sábado, 27 de octubre de 2007

Energía para bailar


Es viernes a las 2am en Buenos Aires y bajo la lluvia filosa manchada de frío, se ve una cola de una cuadra de jóvenes –y no tan jóvenes- para ingresar a un boliche en Recoleta. Entran apurados y el primer lugar que visita la mayoría es la famosa “barra”.
“¡Cuatro Speed con vodka!” grita una chica al barman con tres amigas al lado. Sostiene una billetera en la mano y una de sus compañeras le alcanza una tableta de aspirinas que dos minutos después se complementarían con los vasos de alcohol y bebida energizante. Las mismas mujeres – de aproximadamente veinte años – bailan descontroladas, cantan en voz muy fuerte las canciones que el DJ pasa en la pista de latinos y gritan cosas sin sentido como ser “¡Sí señor… cuidado que se me prende la hélice!”. El boliche está lleno y tiene capacidad para 600 personas. La gente salta, corre, charla entre sí y se ve un ambiente de armonía y felicidad. ¿Pero de dónde sale toda esa energía?
En la barra de la pista de música electrónica algunos están quietos con una botella de agua en la mano y otros se aglutinan en la barra. “De 20 personas, 15 me piden tragos con bebidas energizantes” comenta la barwoman. “De esos 15 veo a más de la mitad que acompañan el alcohol con aspirinas a modo de estimulante” detalla.
Un hombre alto, robusto y canoso que despierta curiosidad. De camisa blanca y cinturón de cuero de carpincho resalta en la multitud veinte añera. A las 5am sostiene dos latas de bebida energética de distinta marca, una en cada mano. Sonríe, marca el compás de la música con su pie izquierdo y comenta que vino sin amigos y está por volver a su casa a dormir. “No me va el alcohol, en realidad le tengo alergia… Acá vengo a buscar una mujer más que bailar y necesito una cuota de energía extra. Estas bebidas –mira fijo a las latas en sus manos- son el mejor invento de la historia”.
Marina Ailín Schapiro

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