miércoles, 26 de septiembre de 2007

Obesidad infantil: un problema de peso en Argentina


En los últimos veinte años, la obesidaden en los chicos aumentó de manera brusca, sobre todo, en los países más desarrollados. Se convirtió en una epidemia y la suba se explica por la alimentación pobre -agravada en nuestro país por la crisiseconómica- y la vida sedentaria que se transforma en rutina. Los chicos pasan la mayor parte de los días inmóviles, sentados. Además suelen acompañar la falta de movimiento con ingesta rica en grasa, golosinas o bebidas con un alto aporte calórico. Miran televisión durante varias horas, en vez de correr y salir a jugar entre ellos, pasan una importante cuota de tiempo frente a la computadora o los videojuegos. La doctora Elvira Calvo, jefa del departamento de Nutrición de la Dirección Nacional de Salud Materno-Infantil sostiene que el sobrepeso y la obesidad son incluso más frecuentes que la desnutrición, aunque menos graves: “como los chicos no mueren por estas causas, avanzan en silencio. Sin embargo, tienen consecuencias sobre la vida adulta, pues crean las condiciones para desarrollar enfermedades.” Otro factor que interviene en el sedentarismo de los chicos es la inseguridad. “Prefiero que mi hijo se quede jugando con la computadora en casa antes que salga a bailar: no sé si va a volver” razona Ana, madre de un chico de 16 años que sufre de sobrepeso. Durante la etapa de primaria y secundaria, los chicos con sobre peso sufren la discriminación por parte de sus compañeros, lo que los hace sentir inferiores, rechazados o marginados. A medida que crecen, los cambios físicos propios de la adolescencia pueden ser propulsores de descenso o aumento de peso. La obesidad en pediatría es uno de los trastornos más resistentes al tratamiento debido a que su origen se encuentra en diferentes factores: genéticos, psicológicos, ambientales y socioeconómicos. La Licenciada en Psicología, María Casariego de Gainza, afirma que durante la etapa de lactancia, un chico no sólo ingiere comida, también “come afecto”. Enfatizó la importancia de la relación madre– hijo en la etapa oral (que es cuando el bebé se amamanta): “cuando la madre calma el llanto del bebé alimentándolo, genera una sensación de que la angustia se apacigua con comida”. Subraya que dicha acción predispone en un futuro al niño a “comerse sus emociones”. Señala que “esta actitud por parte de la madre, prevalecerá a lo largo de la vida del chico”. Llevar a los chicos al cine implica también acercarlos a la tentación y costumbre de comer pochoclo –o chocolates- y gaseosa mientras ven la película. Los complejos de cine cuentan con un -o más- “candy bar” con imágenes llamativas, luces de colores, decoración y comestibles a la vista como ser caramelos, pochoclo, maní con chocolate o chipacitos. “Es lógico que los hijos se tienten y le pidan a los padres que les compren algo para comer durante el espectáculo. El problema es que la mayoría de los productos que se ofrecen son engordantes y eso puede perjudicar a los chicos, sobre todo si ya arrastran una mala educación y además tienen predisposición a engordar” razona la psicopedagoga Andrea Kamisnky. Subraya que el hecho de consumir ingesta rica en grase es parte de todo el “ritual” de ir al cine ya que es “lo que todos hacen” y se transformó en un hábito social. El dicho popular sostiene que “la alimentación empieza por casa”. Es cierto que los padres enseñan costumbres alimentarias a sus hijos, pero cuando empiezan el colegio, el kiosko de la institución en el recreo despierta tentaciones en los chicos. En la mayoría de los privados y públicos hay kioskos que funcionan como concesiones, de manera que las autoridades de los colegios no son quienes deciden qué tipo de alimentos se venden a los chicos. “Mi hija tiene 12 años, se está cuidando con las comidas, va a una escuela pública y si quiere comprarse galletitas de arroz, lácteos descremados o productos de bajas calorías, no puede. Tengo que armarle una vianda para los recreos y ella se siente diferente al resto de sus compañeros” comenta Sandra, que además de madre es maestra particular de lengua de 4to a 7mo grado EGB. En Argentina, se estima que cerca de un 20% de los chicos padece de obesidad entre los 7 y 14 años. Un par de décadas atrás, el exceso de peso en los niños era visto como garantía de un crecimiento saludable. Hoy, los especialistas en nutrición infantil hacen hincapié en la prevención del exceso de peso desde la infancia. No sólo en la clase media-alta existe la problemática de obesidad infantil. Familias de bajos recursos económicos sólo pueden acceder a las comidas más baratas y también las fáciles de cocinar –harinas, sopa, guiso, polenta- que son las de mayor aporte calórico y más alto contenido de grasas. De esta manera, los menores no sólo padecen desnutrición, sino también exceso de peso. La paradoja encierra dos palabras que a simple vista parecen ser opuestas, pero la realidad, es que en algunos casos se complementan. El hecho de ingerir alimentos con muchas calorías, no significa que la Dosis Diaria Recomendada (DDR) de nutrientes esté cubierta. Los precios de vegetales, carnes y lácteos no son accesibles para familias pobres. No son pocos los padres que piensan que la obesidad no es una enfermedad sino un signo de salud y bienestar. Es una creencia falsa, ya que la obesidad infantil predispone al chico a ser un adulto con menor expectativa de vida y vulnerable a riesgos cardiovasculares. Es importante alimentar de manera variada y medida a los chicos desde su que nacen y durante los primeros años de vida para que no aparezca la obesidad porque es cuando se identifican los sabores, se conocen los alimentos, sus texturas, se adquieren los hábitos alimenticios y se acentúan los gustos y preferencias por las comidas.


Obesidad infantil, trastornos alimentarios en adolescencia

S. es una joven de 19 años que prefirió reservar su identidad para opinar sobre obesidad infantil, bulimia, anorexia y otros temas relacionados. Dice que lo que se refleja en los medios de comunicación es el festejo de la delgadez, que la promueven – a veces inconscientemente y otras no-, que se aplaude al flaco, critica al gordo y se construye un culto a la belleza; pero después se generan enfermedades de las que nadie se hace responsable. Desde su experiencia explica que se puede ayudar a una persona con trastornos de alimentación o de imagen corporal mediante la comprensión, fortaleciendo vínculos afectivos, y evitar decir “estas muy flaca/o o estás muy gorda/o”. Enfatiza que haber sufrido de sobre peso desde chica la llevó a un deseo casi obsesivo de adelgazamiento a los 16 años, cuando empezó su primera dieta. Reflexiona que los recuerdos de su infancia están en su mayoría manchados por la palabra “gorda”, sobre todo en el colegio. Siente que además de sus problemas metabólicos arrastra desde chica una relación particular con la comida. “Siempre me refugié no tanto en la calidad como en la cantidad de cosas que comía. Cuando iba a la primaria ni me daba cuenta la compulsión que tenía, pero fui creciendo y se transformó en un hábito.” Explica que a los 17 años quiso revertir la situación y dejó de comer. Recuerda que de la anorexia pasó a la bulimia, dice que “cambió la cosa” porque los traumas se modifican y la percepción sobre la enfermedad también. Confiesa que se curó de la bulimia porque se cansó de estar enferma. “Los trastornos alimentarios habría que cortarlos de raíz, cuando uno es chico. Que lo padres tomen cartas en el asunto cuanto antes. Los hijos, en nuestros primeros años de vida no tenemos conciencia de los problemas que nos puede traer en el futuro ser obesos o ex gordos” manifiesta. “Mucha terapia” concluye.


Gordura vs. delgadez
Son muchas las jóvenes que tienen distorsionado su esquema corporal y se consideran gordas no siéndolo, o más rellenas de lo que en realidad son. De veinte mujeres entrevistadas de entre 18 y 20 años, 14 manifestaron disconformidad con su imagen corporal y 12 de ellas confesaron ser “gorditas” o “muy gordas” de chicas. Cuando se les preguntó si sentían que los medios de comunicación incentivaban la delgadez, las 20 jóvenes asintieron. “Cada vez hay más propagandas de televisión sobre el descenso de peso: cuando viene el veranito porque hay que estar en bikini. Si es invierno porque al ir a un lugar con calefacción hay que desabrigarse y se ve la pancita. Y ni hablar de las bebidas dietéticas, los postres de bajas calorías. Me cansé de prender la tele y escuchar hablar de pastillas para tener menos hambre, o ver modelos que se quejan del rollito” dijo una de ellas. Otra dijo que “en vez de cuidar la salud de la gente y evitar la anorexia y la bulimia, los publicistas se enfocan en la perfección del cuerpo sin darse cuenta que fomentan enfermedades más graves que un poco de sobrepeso” y comparó las publicidades actuales con sus recuerdos de la infancia: “lo único que me acuerdo de la tele cuando era chica son las propagandas de juguetes y golosinas”. Otra de ellas dijo en tono irónico y entre risas “sólo falta el agua dietética”.




Marina Ailín Schapiro

2 comentarios:

Cuadros a Tu manera dijo...

Lo querio comentar sobre este tema, que es algo muy importante hoy en día, es que es algo que nos está afectando a todos, ya que gran parte de las personas que padecen ésta Enfermedad están predispuesto a padecer de otras complicaciones, como Diabetes, y la Diabetes acompañada de la Obesidad es mortal. Espero que se pueda hacer algo contra ésta enfermedad, ya que no es tomada como tal, cuando realmente lo es.

Vicodin dijo...

La obesidad infantil no solamente es un problema de argentina, sino un problema mundial. Esperemos que muchos países entiendan la importancia de la prevención de esta terrible enfermedad de la obesidad infantil que en el futuro van a tener consecuencias fatales para la salud. Se debe empezar a cambiar los hábitos alimenticios, abandonar el sedentarismo para que nuestros hijos tengan mejor calidad de vida.
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